En el siglo IV, la Iglesia determinó que el primer domingo después de la Luna llena que coincida o suceda al equinoccio de primavera, se celebraría la Semana Santa. Desde entonces, miles de fieles en todo el mundo festejan con ritos y fiestas populares la muerte y resurrección de Jesús. En Latinoamérica, las celebraciones mezclan elementos del catolicismo con las tradiciones de las comunidades locales. Conoce algunas de ellas.
Cada año la ciudad de Antigua, en Guatemala, se convierte en el escenario de un gran festival religioso: largas alfombras de colores, hechas a partir de frutas, verduras y flores, recorren las calles del centro, mientras las hermandades religiosas salen vestidas con sus túnicas en una solemne procesión. Cada cofradía tiene su propia vestimenta y ellas son las encargadas de llevar sobre sus hombros las pesadas “andas” de madera con las figuras de Cristo y la Virgen, lo que simboliza el sufrimiento de Jesús en su camino a la muerte.
La celebración religiosa de Antigua es solo una de las fiestas que se pueden encontrar durante la Semana Santa en Latinoamérica. Desde la concurrida celebración de Iztapalapa en Ciudad de México hasta el culto al Señor de los Temblores en Cuzco, las formas de celebrar este hito en el continente son diversas y muchas veces mezclan elementos del catolicismo con las tradiciones de las comunidades locales y el mundo indígena.
En el caso de Antigua, por ejemplo, la celebración data desde la época de la Colonia, momento en que fueron construidas Varias de las esculturas en madera que hoy se consideran milagrosas. Las cofradías o hermandades, por su parte, también han mantenido sus tradiciones y vestimentas, a lo largo de los años de celebración.
Otro de los países con mayor riqueza de fiestas y ritos religiosos durante la celebración de Semana Santa es México. La celebración de Iztapalapa, en Ciudad de México, se ha convertido en un hito para los feligreses de todo el mundo. La fiesta consiste en 4 días de representaciones teatrales de cada uno de los momentos de Jesús: desde la última cena hasta el Vía Crucis y la crucifixión. ¡Todo con personas de carne y hueso! La tradición cuenta que el pueblo prometió representar de este modo la Semana Santa en agradecimiento a Dios por haberlos librado de una mortal epidemia en el siglo XIX.
El cerro donde se realiza la crucifixión –llamado Cerro de la Estrella– ya era considerado un lugar sagrado antes de la llegada de los españoles, pues era allí donde se celebraba la ceremonia del Fuego Nuevo: que simbolizaba un nuevo ciclo, que garantizaba que el Sol iba a seguir saliendo. En la actualidad, la fiesta es acompañada con juegos y “antojitos”.
En los Andes también se pueden encontrar gran variedad de celebraciones. Otra de las más conocidas es la de Cuzco, en Perú, en donde los fieles rinden culto a la imagen del “Señor de los Temblores” o “Taitacha” en la catedral. Se trata de un Cristo mestizo, de piel oscura, que en 1631 fue capaz de reunir tanto a españoles como indígenas, luego de que un terremoto destruyera la ciudad. Durante la procesión de Lunes Santo, la comunidad coloca en sus ventanas refinadas piezas de terciopelo con franjas de oro, telas y alfombras brillantes y va tirando la flor roja del “Ñucchu”, que adorna la cabellera del Cristo.
Una de las postales más bellas es la noche de Viernes Santo, donde la plaza se llena de gente y va siguiendo con faroles los pasos del Señor del Santo Sepulcro, que es seguido por la Virgen dolorosa, vestida de capa negra en señal de luto por la muerte de su hijo. Durante toda la celebración, además, el pueblo prepara panes y pasteles especiales para la ocasión que se venden en el Mercado, además de ramos de flores medicinales para festejar a Dios.